A mediodía, Manuela, con fervor y calma,
rezó 33 peticiones, con fe en el alma.
El tiempo y el cansancio la hacían vacilar,
pero su espíritu nunca dejó de rezar.
En la madrugada, su alma se entregó,
más de una hora, en oración permaneció.
Pero su cuerpo agotado, al final descansó,
y en ese momento, su Ángel Custodio habló.
"Como Santa Gertrudis, sabes bien rogar,
aunque no la oración completa has podido dar."
Santa Gertrudis Magna, en el Cielo ya,
con múltiples almas liberadas por su piedad,
al tanto se hallaba de la devoción de Manuela,
quien la había incluido en sus oraciones sin falta.
Estas almas que ascenden, como luz en la noche,
gracias a la oración que Gertrudis dejó en su derroche,
intercedieron junto a la santa ya gloriosa,
pidiendo a Dios vitalidad para Manuela, con alma fervorosa.
Santa Gertrudis, con su amor inmortal,
rogó para que Manuela pudiera, finalmente,
rezar la oración que, por tiempo y cansancio,
no pudo hacer, pero su corazón había rendido.
Pero la revelación llegó en ese instante,
con el complemento de la petición 33, brillante:
"Debes rezarla cada día, no sólo al final,
y compartirla con Aura, tu pareja espiritual."
El Ángel, con suavidad, completó la revelación:
"Manuela, tu oración debe ser diaria, con dedicación,
y compartirla con Aura, tu pareja fiel,
quien ha heredado una carga espiritual, bendita y fiel."
Aura, con su linaje de pureza ancestral,
ha permitido que los Ángeles actúen, de forma gradual.
Y así, Manuela, con fe renovada y amor,
caminará en la luz de la oración, bajo el Cielo protector.
Santa Gertrudis, en su gloria eterna,
observa desde el Cielo el avance de su sierva.
Y aunque Manuela aún no haya rezado toda la oración,
la gracia de los cielos ya la guía con devoción.
Por ello, Manuela, en su corazón fiel,
comparte este mensaje divino bajo el manto del Cielo,
con las almas que ascendieron, gracias a la oración,
y a Santa Gertrudis Magna, cuya luz es la salvación.